Él la mira, ella sonríe. Como todo, esto empieza poco a
poco, pasan los días, pasan los meses, pasan los besos, pasan los enfados y
hasta pasan las razones para seguir pensando con cordura.
Pasan los segundos en silencio, pasa un coche que rompe la
monotonía.
-¿Si me tumbo ahora mismo en la carretera, acabaré muy
manchado? Preguntó él con verdadera curiosidad.
-Probablemente, es una idea un tanto estúpida. Respondió
ella con una sonrisa.
Dos firmes brazos rodearon una cintura y levantaron todo su
peso durante apenas unos segundos, mientras el frío intentaba pasar entre un
inocente beso y un te quiero.
Sólo necesito que me recuerdes de vez en cuando, que las
decisiones ya han empezado a darme igual, que entre tus manos no existen las
preocupaciones y que a veces las niñas buenas y pequeñas pueden enamorarse.
Gracias por confiar en mí, aunque ni yo misma lo haga
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