Seguidores

lunes, 22 de octubre de 2012

quería decirte, que puedes contar conmigo

El último sábado de frío que mi memoria ha podido almacenar.
Cada uno estábamos a nuestro lado del sofá, pero más pegados imposible, compartíamos acogedora y calentita manta que cada pocos minutos asegurabas que me cubriera entera.
Llevábamos un tiempo en silencio cuando lentamente deslizaste tu brazo derecho hasta rodearme por la cintura, me sentía tan protegida, que nada me hubiera impedido quedarme allí.
Entrelazaste tus dedos con los míos y apoyaste mi cabeza sobre tu pecho, haciéndome escuchar tu lenta respiración y tus acelerados latidos.
No menos de una hora antes, me habías hecho rabiar, llamándome por el nombre de otra chica, única y exclusivamente para ponerme celosa y retenerme allí contra mi voluntad, como tu presa. Me habías recordado cada una de mis rarezas, y me habías hecho saber, lo mucho que te encantan.
Aún abrazados en el sofá, acercaste tus labios a mi oído, y con tu cálido aliento, susurraste las palabras que ambos habíamos estado pensado toda la noche. Inspiré hondo y me acurruqué más en ti, no necesitaste más que eso para saber que quería que me estrecharas aún más. Me quedé en silencio hasta que llegó la hora de irme, te besé mientras dormías y desaparecí, como el polvo, como la niebla.
Y ahora, un lunes, recordando cada segundo en el que me has hecho enfadar únicamente para después pedirme perdón y verme reír, es cuando me arrepiento, de no haberme quedado a mi lado del sofá, y haber repetido eso, lo que tanto anhelabas oír, lo que tanto querría haberte dicho.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Estoy vencida porque el mundo me hizo así,

Siento ponerme tan melancólica, pero cuando empieza el otoño, y el frío asoma, me hace recordar ese abrigo forrado de pelo en el que me dejabas acurrucarme, me hace recordar que parecíamos una sola persona de lo pegados que estábamos, no cabía ni el aliento entre nosotros.
Recuerdo que me dabas la mano y la tenías tan calentita que no te la soltaba durante el resto del día, recuerdo cada escalofrío de calor que me recorría cuando me hablabas cerca del oído.
Tantas tardes inútiles, en las que se escucha de fondo una y otra vez la misma canción, tardes inútiles en las que no dejo de pensar, qué nos pasó, éramos más fuertes que un huracán. Sigo sin poder recordar, por qué el frío acabó con nosotros, si fue lo que nos unió unos años atrás, lo que tanto amábamos, lo que yo tanto anhelaba para poder estar más tiempo cerca de ti.
Al cabo de los inviernos, me he dado cuenta de que ya no te echo de menos, no echo de menos tus reconfortantes abrazos, no echo de menos tu media sonrisa que se dibujaba cuando te pedía acurrucarme en tus brazos, no echo de menos que me llamaras princesa, porque eso que me decías a mí, se lo has dicho a todas, no echo de menos que me revolvieras el pelo y me dijeras que era adorable cuando me quedaba embobada mirándote, no echo de menos que me sorprendieras por detrás, cogiéndome de la cintura y haciéndome sentir la única chica de este mundo. No echo de menos todas esas cosas, lo único que real y vergonzosamente echo de menos, es que me cogieras la mano en esos días duros de invierno que tanto esperábamos, y estuviera calentita.

martes, 2 de octubre de 2012

cicatriz más, cicatriz menos

Digas lo que digas, voy a estar pensando en ti.
Hagas lo que hagas, beses a quien beses. Una parte de ti se ha quedado atrapada en mi cabeza, y no quiere salir, lo sé. No he sido lo que querías, no he hecho lo que esperabas, no he querido como querías, pero es lo que hay. Voy por libre, mi cabeza va por libre, mi corazón ya ni preguntes, anda en otra galaxia.
No me importa que la mires como me mirabas a mí, no me importa que le jures amor eterno, no me importa que grites al mundo entero que ella es tu vida.
No hace falta que me demuestres que me has olvidado. De verdad que no me hace falta.
Sé que en cuanto te mire me preferirás a mí antes que a ella. No es orgullo, o quizá sí. Sólo sé que estoy hecha para ti, que puedes correr hacia donde quieras, siempre va a ser así.
Puedes esperar y esperar, pero cada vez que nos cruzamos ambos sabemos la realidad.
Que te quiero, imbécil.