Y qué más da que me rompa un poquito más. Si cuando te hablo
tus ojos ya no están conmigo.
Muchas veces ni tus ojos ni lo que hay detrás de ellos, pero
qué quieres que te diga. Yo tampoco estaría. Y a veces, sólo estoy deseando que
llegue la hora de que me grites, no para discutir, ni para hacerte enfadar,
sino para comprobar que sigues aquí, conmigo. Para comprobar que sigues vivo y
que detrás de cada vete, hay un quédate conmigo.
Y aun así, ya volverán tus ojos como las golondrinas vuelven
a sus balcones, ya me llamarás como ellas llaman con sus alas. Me gustaría
decirte que no, pero sabes perfectamente y mejor que nadie, que cuando tus ojos
vuelvan yo seguiré aquí, sin moverme un solo milímetro. Casi como cuando tu
boca me recorre de arriba abajo. Aunque pueda y quiera, no soy capaz de
ejercitar un solo músculo.
Y será eso de que clavas tu pupila en mi pupila, y de que
cuando no lo haces no hay mirada vacía que valga. Será eso de que te conozco, y
que sé que esos ojitos sonrientes y brillantes volverán.