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sábado, 7 de septiembre de 2013

La distancia es insoportable cuando se lleva por dentro. Cuando por dentro sólo hay aire y amor, la cosa cambia.
Aire porque no pesa.
Amor porque sólo pesa cuando me acaricias. Y es que pesa tanto que me baja de la cabeza al pecho, y no respiro. Del pecho se contrae al estómago, y no vivo. Y del estómago a los pies, igual que se me cae el alma cuando desaparece tu sombra.
Y la distancia entre tu mundo y el mío sí que desaparece cuando me quemas la piel de tanto acariciarla, cuando me desgastas la saliva, o cuando te quedas cinco minutos más.
Ya sabes que de ti sólo espero que me regales tus madrugadas en ruinas, que quieras ver pelis románticas los domingos, que me eches de menos cuando no estoy, y que no me olvides cuando te hayas ido. O cuando me eches. O cuando me vaya.
Menos mal que nunca he sabido hacer las cosas bien.
Menos mal que entraste cuando me estaba encerrando en mí.
Menos mal que no estoy delante cuando te preguntan sobre mí, así que ojalá te brillen los ojos y se te acelere el pulso, y ojalá nunca dejes de llamarme amor.
Y sólo cuando llevas alejado de la cordura tanto tiempo, te curas. Y te das cuenta.
Ningún tiempo pasado fue mejor.

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