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miércoles, 18 de abril de 2012

tras el efecto de una mala acción, llega una mala consecuencia


De repente se sintió solo, allí, en una esquina.
Estaba rodeado de gente pero sentía que no había nadie. Sabía que a la hora de la verdad todos ellos se evaporarían como el humo, explotarían como pompas de jabón, como si nunca hubieran existido.
Ella tenía razón y ahora estaba seguro de ello, aunque aún no se había dado por vencido.
De la nada, apareció ese sentimiento, ese que le decía que el único sitio en el mundo en el que no se iba a sentir solo era en el que estuviera ella. Y así era. Pero una vez más el orgullo venció y se quedó exactamente donde estaba. Vació todo lo que sentía por dentro, bebió el último trago de su copa y se aproximó a llenársela de nuevo. Cerró los ojos y todos sus sentimientos de culpa se fueron desvaneciendo a la vez que espiraba profundamente, los abrió y fue caminando hacia todo el barullo lleno de humo y de gente bebida, dándose pisotones intentando bailar. Se metió con la copa en alto y ya no volvió a salir. Aunque sólo a ella le importaba que lo hiciera.

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